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La
transición en los medios
El Rey que se ganí la corona 35 años de estabilidad La maravillosa innovación monárquica Samuel Hadas y la virtud de la perseverancia Casi cuarenta años La insobornable verdad En abril de este año Joaquín Leguina escribió “Enterrar a los muertos”, Almudena Grandes (“La condición miserable”, 9 de mayo de 2010) le contestó y, posteriormente, Javier Cercas (“La puñetera verdad”, 6 de junio de 2010). El 10 de junio, Leguina quiso hacer unas aclaraciones a esos dos artículos y, días después, Santos Juliá en “Duelo por la república Española”, sin referirse particularmente a ninguno de los artículos anteriores, dio unos datos históricos muy interesantes para entender detalles de las posibles discrepancias. Es ahora el académico Gregorio Marañón quien se anima a “terciar en la polémica” advirtiendo de que lo peligroso es que, “partiendo de una idealización romántica de lo que fue la Segunda República”, se pretenda “deslegitimar la Transición y articular un relato para enlazar el fundamento de nuestro actual sistema político con la República asaltada por la sublevación militar de 1936”. En su opinión, y da los argumentos para esta conclusión, la Transición no es, “como se pretende, un pacto del olvido, sino un pacto hecho desde el recuerdo de aquella realidad. El 14 de abril, que nació tan esperanzadoramente, no precisó otra fecha del pasado para asentar su legitimidad. Tampoco lo precisa la democracia surgida de las Cortes Constituyentes de 1977, en un acto de pleno ejercicio de la soberanía popular”. (…) “Hace falta más sabiduría y coraje políticos para negociar y pactar que para intentar aniquilar, aunque solo sea políticamente, al adversario. Esa fue la clave de la grandeza, tan excepcional en nuestra historia contemporánea, de la Transición, de aquel momento fundacional de nuestro actual sistema democrático. Entonces, desde la superioridad moral de la libertad, se cumplió por fin el testamento de Azaña, pues se hizo la paz, hubo piedad y se perdonó”. Gregorio Marañón cita, para su argumentación, un artículo de Javier Pradera (“La huella del régimen”, 20 de noviembre de 2005) y otro de Antonio Muñoz Molina (“Notas escépticas de un republicano”, del 24 de abril de 2006). Y vuelta la burra al trigo Duelo por la República Española Lo urgente Elvira Lindo está sorprendida por la proliferación de “columnistas airados que se tiran los muertos a la cabeza”; la autora ve muy claro que hay muchos temas en los que España necesita un consenso y que no tiene sentido reavivar el odio de antes de la guerra civil. España ya no es lo que era. “Somos nosotros, en gran medida, esta clase privilegiada que la glosamos en tertulias o columnas, los que pareciera que queremos verla perpetuada en su pasado miserable”. “(…) la Historia no se acaba. La estamos escribiendo ahora, con nuestra templanza o nuestra irresponsabilidad”. Lo que nos hace admirables Jorge Dezcallar repasa lo que nos hace admirables, lo que los demás admiran de nosotros como pueblo; básicamente muy poco de nuestra política y mucho de nuestra cultura. Sin embargo, el autor quiere defender algo que, políticamente, hizo España y que es admirable desde cualquier punto de vista: la transición a la democracia, porque se hizo “sin imponer, sin recriminar ni olvidar, con tolerancia y respeto, haciendo del pacto un arte y de la reconciliación un objetivo, tratando de entender la postura del otro y buscando siempre terrenos de entendimiento por encima del estrecho interés de cada día”. Efectivamente, el autor reconoce que el proceso exigió sacrificios siendo, el más importante, el de renunciar a ajustar cuentas de la Guerra Civil y el de hacer que las palabras “amnistía” y “amnesia” fueran sinónimos, “algo en lo que los hombres y mujeres de 1975 fueron capaces de mayor generosidad y altura de miras que muchos de los que llenan las páginas de los periódicos 35 años más tarde”. III. Contra la transición: la erosión de las instituciones El profesor Varela es consciente de que cada generación parece tener una lectura propia de los acontecimientos históricos, sin embargo hay que tener cuidado pues “las leyendas que los políticos fabrican con el tiempo pretérito, no enseñan tanto de la historia del pasado que fabulan como del presente que construyen” (…) “En buena medida, la llamada “memoria histórica” consiste en una colección de relatos al servicio de un proyecto político”. La actual campaña de desprestigio del Supremo y del Constitucional, que el autor explica concienzudamente, es muy grave pues “la destrucción del consenso democrático y el deterioro institucional, componen una delgada película de confianza muy difícil de reconstruir”. La situación le parece tan comprometida al profesor Varela que le lleva a concluir su artículo con un interesante interrogante “En otras palabras, ¿seremos capaces los españoles de hoy de gestionar nuestro éxito con la misma discreción y mesura con que hace medio siglo manejamos nuestro fracaso? Un experimento académicamente apasionante, si no fuera porque uno está dentro de una probeta que los empresarios del poder parecen manejar a ritmo de maracas”. II. Contra la transición: por una democracia retributiva En la segunda parte de este artículo dedicado a analizar las ideas que últimamente se están vertiendo sobre la transición a la democracia, el profesor Varela Ortega profundiza en la cuestión con la que acabó la primera parte; es decir, la idea -sustancial pero no nueva- de que Transición de 1978 en lugar de ser un pacto y reconciliación se entiende como “fruto de la victoria (¿revancha?) con un programa de prepotencia política y exclusión del rival”. La clara conclusión se desgrana académicamente, con minucia, citando a un nutrido grupo de expertos y protagonistas “con esos (…) mimbres de consenso y talante de concordia se elaboró la Transición, entendida como una transacción; un pacto, como casi todos los regímenes democráticos estables desde sus orígenes más remotos. En aquel tiempo de alegría y esperanza, optimismo e ilusión, las cesiones no se tradujeron por claudicaciones”. I. Contra la transición: a río revuelto de Garzón A raíz del editorial de El País el pasado 26 de marzo, el profesor Varela Ortega quiere hacer unas precisiones pues considera que está habiendo un circo mediático en el que se mezclan cuestiones dispares. Primero de todo, hay que empezar aclarando que “Nada ni nadie va impedir —porque casi nadie lo quiere- la exhumación de restos de víctimas vilmente asesinadas e ignominiosamente arrojadas, que no enterradas, en fosas y cunetas. Tampoco la recusación o, en su caso, separación de juez alguno puede impedir el procesamiento de los imputados en delitos de corrupción”. El autor continúa expresando su inquietud por cuanto parece que se quiere que veamos el franquismo como problema cuando ya no lo es, “no es más que un revulsivo que convoca, un señuelo que distrae y un pretexto que exime del razonamiento. No todos los que embisten el engaño son iguales, claro está. Los más entran por ingenuidad a un trapo agitado por gacetilleros generalistas, ignorantes y poco dispuestos a invertir algún tiempo y esfuerzo en preguntar a los profesionales del tema”. El profesor Varela Ortega concluye con una defensa de la Transición “algunos avisados que conocen el percal (…) no les inquieta una dosis subida de deshonestidad intelectual, amplificada con desinformación mediática, si con ello contribuyen a maximizar su poder. Para estos profesionales del poder, el franquismo es el pretexto. El texto, el objetivo a batir es la Transición. Pero no la Transición como proceso político, puesto que aquello también terminó hace casi treinta años. Se trata más bien —y esto es lo inquietante— de la Transición como una idea de la democracia: la democracia como pacto y acuerdo que viene a clausurar y cauterizar un conflicto civil”. La Constitución en Alcalá de Henares El autor, Sebastián Albella, Secretario del Patronato de la Fundación Fernando Abril Martorell ofreció hace unos días una charla sobre la Constitución a un grupo de inmigrantes; en ella hizo mención a la accidentada historia constitucional de España, “marcada por la inestabilidad y por la escasez de textos de verdadero aliento integrador”. La Constitución de 1978 fue, por fin, ese documento de unidad que necesitábamos, un texto construido con la generosidad y buena fe de todos, en un momento determinado por unas circunstancias concretas. En aquella conversación el autor se daba cuenta de que la Constitución está insuficientemente valorada y que, aunque tiene defectos, fue el producto de un gran entendimiento que le produce orgullo y “un sentimiento de aprecio por lo que somos y por las instituciones que tenemos”. Las dos amnistías de la Transición Reconstruir el proceso de amnistía, pues un proceso fue, más que un acto, no es tarea fácil, sobre todo porque, pasados ya más de treinta años de la Transición a la democracia, los planos de la memoria se confunden y se tiende a hablar de la amnistía de 15 de octubre de 1977 mezclando con ella elementos que corresponden a la de 30 de julio de 1976. Por empezar desde el principio, conviene recordar que antes de la amnistía fue el indulto. Enterrar a los muertos Partiendo de la premisa fundamental de que todo ser humano “tiene derecho al duelo por parte de aquellos que lo amaron en vida. Y ese duelo exige la presencia del cadáver con el fin de poder enterrar dignamente los restos del difunto”, Joaquín Leguina quiere puntualizar sobre cuatro mensajes erróneos que se están escuchando hoy en día y que, a su juicio, requieren profundización para no seguir aumentando las inexactitudes que en ellos se observan. Las explicaciones que ofrece el autor son sumamente detalladas y requieren la lectura completa porque va desgranando toda su argumentación ordenadamente; enlaza los cuatro mensajes con lo que, en su opinión, se debería hacer a la luz de la reciente Ley de Memoria Histórica. Finalmente, concluye con un perfecto resumen de su artículo “somos muchos los que -hartos de simplificaciones- nos negamos a que la izquierda se reduzca a ser la mera expresión de una aversión, la aversión a una derecha a la que visten de maniqueo sin ningún rigor intelectual”. Acuerdos y pactos Jaime Lamo apela a la legitimidad que la constitución de 1978 otorga al Rey como mediador en temas de Estado, recuerda que las circunstancias que rodearon a los Pactos de la Moncloa durante el gobierno de Adolfo Suárez eran todavía más delicadas que las actuales, y propone una serie de reformas en distintos ámbitos que son necesarias abordar hoy en día para salir de la crisis. Garzón y el Rey Patxo Unzueta reflexiona sobre la iniciativa del Rey para mediar en la consecución de un pacto contra la crisis, reivindicando el papel mediador de la Monarquía y rechazando por otro lado la actuación de Garzón en defensa de su competencia para juzgar los crímenes del franquismo sin tener en cuenta la ley Amnistía de 1977. Para enlazar estos dos temas de actualidad utiliza la Transición Española como hilo conductor. Adolfo Suárez, el Presidente: un repaso de su vida El próximo miércoles día 27 de enero, Antena 3 emitirá Adolfo Suarez, el presidente, una miniserie de dos capítulos en la que se repasa la trayectoria política y personal de Adolfo Suárez desde su juventud hasta el 29 de enero de 1981, fecha en la que presenta su dimisión como Presidente del Gobierno. En la producción, dirigida por el colombiano Sergio Cabrera, actúan entre otros actores Ginés García Millán, en el papel de Adolfo Suarez, Fernando Cayo interpretando a su Majestad el Rey Juan Carlos I, Jesús Noguero como Fernando Abril Martorell, Mario Pardo como Manuel Gutiérrez Mellado, Juana Acosta por Carmen Díez o Paco Merino en el papel de Franco. Una medalla con 31 años de "retraso" El hijo de Jordi Solé Tura agradece la medalla de Oro de la Generalitat concedida al político a título póstumo. Con esta distinción el gobierno catalán reconoce la trayectoria del que fuera uno de los padres de la constitución y ministro de Cultura. Al acto asistieron entre otros la ministra de Cultura, Miguel Roca, el presidente de la Generalitat José Montilla y diversos profesionales de la cultura como el actor Jordi Dauder y los interpretes Marina Rossell y Joan Manuel Serrat. Una gran pasión Pilar del Castillo recuerda a Antonio Fontán resaltando su compromiso con la democracia, la monarquía y la libertad destacando su labor como fundador, editor y director de la publicación Nueva Revista de la que la autora del artículo fue directora de 1995 a 1996: “Durante veinte años «Nueva Revista» ha sido el principal foro de debate del pensamiento liberal conservador. Fontán fue siempre el editor de la publicación y en los cinco primeros años también su director, a partir de entonces encargó esa responsabilidad a jóvenes profesionales que con su apoyo y aliento imprescindible siguieron ampliando los caminos de la revista.” En la muerte de Antonio Fontán Luis María Anson recuerda con cariño la generosidad de Antonio Fontán, el trabajo continuo de éste a favor de la Monarquía y la democracia primero desde el Consejo Privado de Don Juan de Borbón y tras la muerte de Franco desde su labor como docente, periodista o político, de una forma discreta humilde y eficaz. Antonio Fontán y los extraterrestres El autor recuerda a Antonio Fontán, como una persona trabajadora y dedicada por completo a sus distintas obligaciones, comprometida con las libertades hasta el punto de preferir el cierre del diario Madrid, del que fue director, antes de admitir la imposición de uno designado directamente por el gobierno. “En el Palacio del Senado se le rindió homenaje el 6 de junio de 2000, con motivo de la distinción otorgada por el Instituto Internacional de Prensa, que le designó en su 50º aniversario como uno de los 50 Héroes de la libertad de prensa en el mundo. Fue el único español incorporado a esa nómina por su labor como director del diario Madrid.” Fontán cristiano y liberal En este artículo Ignacio Camuñas Solís rinde homenaje al que fuera su amigo y compañero Antonio Fontán, destacando su compromiso con la libertad, coherencia política y profunda fe. “Fontán, desmiente así, con su dilatada trayectoria en su vida y en la vida pública española, la pretensión de aquellos que a veces se empeñan en contraponer liberalismo y cristianismo como si para ser un buen liberal hubiera, necesariamente, que prescindir de la fe religiosa.” Un liberal Ignacio Camacho destaca el carácter comprometido de Fontán como liberal y monárquico, su respeto a la pluralidad y un arraigado concepto del valor de libertad forjado al haber vivido en tiempos de la dictadura. “Sostuvo con firmeza y lucidez sus nada difusas ideas -era monárquico, conservador, católico y del Opus Dei- desde el convencimiento esencial de que lo que les daba fuerza era la posibilidad de contrastarlas con las de sus oponentes".
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