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La
transición en los medios
Treinta años después. El día 12 de diciembre de 1979 finalizaba el secuestro de treinta y un días al que ETA sometió al autor de este artículo; cada año le gusta mirar atrás y ver lo mucho que ha cambiado el país, especialmente con motivo de la Constitución de la que estos días también se celebra el aniversario. “La Constitución que quiso y mereció ser de todos, y cuya larga vida tantos deseamos como garantía de la libertad de todos, lucha en sitios insospechados, algunos de ellos cercanos a los entresijos del poder, para mantener la virtualidad de su afirmación central, aquella que define a España como «la patria común e indivisible de todos los españoles»”. Sin embargo, treinta años después, el autor no se siente autorizado al optimismo ya que se pregunta “¿Hemos dejado escapar otra ocasión histórica? ¿Nunca tuvimos remedio? ¿Es «hoy siempre todavía», versión machadiana, don Antonio? De verdad que no lo sé. Quisiera no tener que dudarlo”. Memoria de Pedro Altares. Javier Rupérez fue, como Pedro Altares, discípulo de Joaquín Ruiz-Giménez; los “cuadernícolas” “éramos una buena mayoría de jóvenes estudiantes universitarios cobijados bajo el manto de nuestros respetados mayores: el propio Joaquín, Mariano Aguilar Navarro, Paco Sintes, Jose Luis Castillo Puche”. Cuando se necesitó una persona que se encargara de la revista a tiempo completo no se dudó en que debía ser Pedro Altares, siempre compaginando trabajos y estudios, fue una labor de la que todos se beneficiaron. “Desde el momento en que Pedro comenzó a trabajar a tiempo completo en «Cuadernos» su figura, su trabajo, su comprensión, su generosidad, su entrega quedó asociada a la revista de manera permanente. Cubrió el ciclo completo de la publicación, desde los primeros y tentativos momentos hasta su desaparición, cuando el mensual se había convertido en semanario y, de manera harto paradójica, la que había sido publicación precursora de la democratización española sucumbía a su propio éxito”. La voluntad de “Cuadernos”. Juan Cruz recuerda con cariño la generosidad de Pedro Altares especialmente abriendo su casa a gente con la que compartir una interesante conversación; quería una democracia como la que tenemos, a pesar de sus imperfecciones, y luchó por ella. Su tribuna fue “Cuadernos para el Diálogo” de la que “fue su alma, y en muchos momentos su cuerpo; le dio sentido periodístico, y editorial; con su esfuerzo, y el de los muchos que la arroparon, hicieron de esa revista un emblema de aquel tiempo, en el que Pedro Altares se convirtió en un animador cultural e ideológico sin cuya energía no se entendería que en aquellos tiempos tan difíciles se construyera un instrumento tan eficaz de divulgación de los valores democráticos en un país gobernado para que éstos no existieran”. El clamor de la amistad. Vicente Verdú, uno de los muchos “cuadernícolas” recuerda a su amigo Pedro Altares y el trabajo que desempeñaba en “Cuadernos para el Diálogo” ensamblando esa “heterogenidad emisora con los miles de receptores”. Dice de Altares que no fue nunca una sola persona sino un hombre que, para vivir, necesitó el grupo, la amistad, la compañía, incluso la multitud. “Su muerte arrastra la muerte de una época en la que si nos sentíamos tan ilusionados como felices y enérgicos fue gracias a tipos como Pedro Altares que confundió siempre el conocimiento con el diálogo y la sociedad más deseable con la multiplicación de los nexos y la relación personal”. La supremacía de la Constitución. El autor, que además es uno de los ponentes constitucionales, desea recordar que el mejor homenaje que se le puede hacer a la Constitución en su 31º aniversario es “subrayar su supremacía sobre todas las restantes normas del Ordenamiento español y recordar también que la soberanía corresponde al pueblo español, que significa que la única nación soberana es España.” Estos días en los que se habla de posibles reformas y de si determinadas decisiones son anticonstitucionales o no, lo que conviene tener claro es, según el autor, que “Esta supremacía lo es sin excepción alguna, y sus contenidos sólo se pueden cambiar por el sistema de reforma establecido en su Título Décimo. Resulta duro tener que recordar con frecuencia lo que debería ser obvio, pero esa necesidad se produce porque en nuestro país, como ya recordaba Fernando de los Ríos hace muchos años, falta respeto entre los ciudadanos, entre los políticos que representan a los poderes públicos, y también entre los medios de comunicación.” Adiós, profesor Lenguado. El título de este obituario que Herrero de Miñón dedica a Jordi Solé Tura hace referencia a los dibujos y pasquines que se intercambiaban cuando ambos eran compañeros de profesión; uno era “Profesor Lenguado” -y a veces “Des-lenguado”- y el otro “Dr. Rodríguez”. El autor, también Padre de la Constitución, destaca que Solé Tura fue un hombre sencillo al que nunca vio dándose importancia, ni en el mundo académico, ni en el mundo de la política; también fue un hombre tolerante, trabajador y lleno de sentido común, características todas ellas esenciales para elaborar una constitución que reflejara la diversidad de los españoles. “Quienes vivimos aquella experiencia histórica (ya faltan dos de entre siete) no podemos ni queremos dejar de recordarla como tarea común. Tan común que todos la terminamos más amigos que al iniciarla. Pero tal vez nadie como Jordi Solé, representando una posición que, no sólo en términos políticos, entonces parecía extrema, supo ganar la estima de todos y entablar con todos lazos permanentes de amistad”. Soy y seré siempre vuestro panadero. Manuel Jiménez de Parga fue profesor de Jordi Solé Tura, un alumno excepcional que, a los veinte años, era aún panadero en su pueblo y, en solo ocho años, cursó Bachillerato y Derecho con Premio Extraordinario de Licenciatura. “Junto a esta singular inteligencia, en Jordi destacaba su gran bondad. Era un hombre bueno, en el sentido profundo de la palabra bueno”. Asimismo, el autor hace un recorrido a las dificultades que Solé Tura tuvo que afrontar por su militancia comunista hasta que en las elecciones del 15 de junio de 1977 fue elegido diputado en las listas del PSUC; desde entonces fue un brillante parlamentario conocido en toda España, tanto es así que Jiménez de Parga nos recuerda el homenaje que sus paisanos le tributaron en Mollet del Vallés, allí Solé Tura se presentó con su humildad característica “Soy y seré siempre vuestro panadero”. Un ejemplo de persona, de profesor y de político. Gregorio Peces-Barba destaca varios rasgos de la personalidad del recientemente fallecido Jordi Solé Tura, comenzando por algo que pocos recuerdan: la valía de haberse hecho a sí mismo. No era el típico político que viniese de una saga familiar adinerada; todo lo contrario, con mucho esfuerzo comenzó siendo panadero y estudió, ya de adulto, Bachillerato, Universidad, oposiciones, hasta llegar a ser Catedrático de Derecho Constitucional. En el período que compartieron como ponentes de la Constitución “Jordi Solé Tura puso de relieve su buen hacer, su gran formación, su sentido común, su realismo y su moderación”; “Tenía una oratoria sólida, de trabajador incansable y con propuestas siempre pensando en los acuerdos y en el desarrollo de ideas integradoras. Su verbo fácil, contundente y adecuado brilló en los debates, en las comisiones y en el pleno”. En definitiva, concluye su compañero, “Era una persona buena, inteligente, un patriota constitucional y un hombre de progreso”. Jordi, hasta siempre. Miquel Roca, uno de los siete ponentes constitucionales habla con cariño de su amigo Jordi Solé Tura, del que destaca su coherencia, fortaleza ideológica y sensibilidad hacia el pacto y el acuerdo. Por todo ello su figura da sentido a una “política de defensa de la memoria histórica”. Solé Tura vivió una vida de exilio y represión que fácilmente podrían haber hecho de él una persona resentida y agria. Sin embargo “tenaz y coherente, no se refugió nunca en la nostalgia sino que miró siempre hacia delante, empujado por la pasión de su causa en defensa de la libertad, del progreso y de la democracia. Su trayectoria y su coherencia ideológica le permitieron servir desacomplejadamente y con orgullo la difícil y exitosa tarea de conducir al consenso constitucional y democrático a fuerzas políticas y personalidades que podían haberse instalado en actitudes de ruptura, que hubieran representado un importante trauma social”. Solé Tura recorrió este camino siendo siempre fiel a su ideología “adaptándola a la evolución del cambio social en beneficio de una estabilidad institucional de la que él era un gran defensor”. Juan Carlos I: la Transición coronada. España afrontó la Transición salvando numerosos obstáculos y dificultades; no fue “el simple flujo natural de las cosas”. “Sin duda, existían las condiciones en las que el tránsito era posible, pero eso no aseguraba el éxito. España afrontó la Transición en medio de un proceso de turbulencias económicas y políticas de alcance mundial que inmediatamente se convirtieron en una crisis de empleo hasta entonces desconocida”. Todas estas dificultades se vencieron porque era más fuerte la decisión de construir un país para todos los españoles, ésta “fue la clave que orientó el proceso hacia la política de la reconciliación”. Y, sobre todo, hay que destacar “la claridad moral, la inteligencia política y el coraje personal” de muchos protagonistas. Entre ellos, el Rey encarna esa decisión primera que puso en marcha todo el proceso, por eso la Fundación que preside José María Aznar ha decidido otorgarle el I Premio FAES de la Libertad. Entrevista: Sabino Fernández Campo, Ex jefe de la Casa Real. La publicación póstuma de esta entrevista a Sabino Fernández Campo resulta especialmente interesante puesto que Fernández Campo siempre rechazó publicar memorias; sin embargo, aceptó grabar una larga entrevista para un documental sobre la figura de Adolfo Suárez. El diálogo con el periodista Manuel Campo Vidal es un documento de gran valor que merece la pena leer cuidadosamente. Podemos destacar algunas de las declaraciones como, por ejemplo, “creo que el error estuvo, no en el reconocimiento del Partido Comunista, sino en la forma de hacerlo por sorpresa” y sobre el 23-F “el Rey es el que lo hizo todo. El Rey fue el que llamó a todos los capitanes generales. Algunos acataron inmediatamente las órdenes. El capitán general de Valencia, Milans del Bosch, también retiró los carros que había sacado a la calle. En fin, el Rey lo hizo todo, pero hubo que hacerlo”. Sabino Fernández Campo: un gran intelectual y político El profesor Juan Velarde Fuentes centra su recuerdo de Sabino Fernández Campo en una original faceta que es poco conocida: su labor intelectual. Sus aportaciones en dieciocho intervenciones académicas, son meritorias porque por un lado, prueban que era un “intelectual comprometido con la política” y, por otro, gozan de un “valor histórico” indudable. A lo largo del artículo, el autor va dando ejemplos claros con acotaciones precisas que demuestran que Fernández Campo sabía usar el “detalle exacto” en sus originales aportaciones. Seria largo enumerarlas todas, por eso invitamos a la lectura de este artículo. Un hombre leal Marcelino Oreja Aguirre resalta la lealtad de Sabino Fernández Campo, un rasgo que le caracterizó en todas las facetas de su vida “Un hombre de principios y fundamentos que sobrevivió a las peores tormentas con dignidad y grandeza, sin ceder nunca en sus convicciones profundas diciendo la verdad aun a costa de sacrificios e incomprensiones”. Marcelino Oreja continua su artículo destacando que, por encima de todo, Fernández Campo persiguió el entendimiento entre españoles y, además, nos recuerda que deja un pensamiento político que debería ser un gran referente para todos: «siempre tengo muy presente ese viejo consejo que dice: habla nada de ti, poco de los demás y mucho de las cosas». Un hombre de Estado Santiago Carrillo recuerda a Sabino Fernández Campo como hombre de Estado pero no sólo por su actitud en el 23-F sino por todo lo que vivió junto a él como dirigente comunista. Las decisiones que tomó Fernández Campo el 23 de febrero de 1981 no fueron inspiradas solamente “por la idea de proteger al Rey: se trataba de proteger al nuevo Estado democrático que era lo que estaba en juego, fundamentalmente”. Por otro lado, se reunió y entendió muchas veces con Fernández Campo cuando era difícil que alguien del mundo militar se relacionara con él; “Me sorprendió la facilidad con que llegó a establecerse entre Sabino Fernández Campo y yo mismo una relación política amistosa y cordial, en la que intercambiamos ideas con la mayor libertad”. Asimismo, el autor alaba el trabajo de Fernández Campo en la Casa Real, concluyendo que “no siempre fue feliz en su trabajo; pero siempre cumplió sus funciones impecablemente”. La triste pérdida de un Grande de España Luis Sánchez-Merlo, quien fuera secretario general del presidente del gobierno entre 1981 y 1983 hace una semblanza de Sabino Fernández Campo con motivo de su fallecimiento. “La disciplina del militar, la elegancia del diplomático, la estructura moral del servidor decente, la estatura del hombre de Estado. Reunías todos estos valores, raramente concentrados en una sola persona. Y, envolviéndolo todo, un fino sentido del humor que te servía de burladero cuando alguien tenía la osadía de pretender tirarte de la lengua. Los curiosos siempre se iban de vacío porque nunca te tentó la vanidad del que está en posesión de secretos, a veces tan codiciados”. El autor también recuerda cómo en el homenaje de 2007 en el Palacio de Congresos, Fernández Campo elogió la Transición «ejemplo de sensatez, unión y consenso entre los españoles». El aliento de su ejemplo Matías Rodríguez Inciarte, ante la noticia del fallecimiento de Sabino Fernández Campo, destaca el hecho de que, ya en vida, fuese una personalidad que cobró proyección histórica y, a su vez, dicha personalidad, hace que nos quede el “estímulo y el aliento que representa su ejemplo”. En los encuentros que Rodríguez Iniciarte solía tener con Fernández Campo le sorprendían sus atinadas reflexiones, “su clara inteligencia, que se dirigía como un rayo láser al meollo de los problemas; su perspectiva para situar cada cuestión en el marco de una trayectoria histórica y su sutil sentido del humor; una ironía distante, llena de ingenio y que surgía de dentro para esquivar así cualquier tentación de gravedad pomposa”. Un soñador para un pueblo Gregorio Peces –Barba recuerda con cariño a Joaquín Ruiz-Giménez “Era siempre idealista, bienintencionado y colocando a la moral y al amor a España y a los españoles por encima de egoísmos e intereses particulares, de ideologías y partidismos”. “En la plataforma de comunicación que fue Cuadernos estaban convocadas y presentes todas las ideologías que luego conformaron el abanico de los partidos democráticos. Su tozuda lealtad a sus convicciones más profundas le impidieron incorporarse a la UCD, manteniéndose fiel a su democracia cristiana abierta y poco confesional”. El magisterio de la reconciliación Nasarre se une al homenaje a Joaquín Ruiz-Giménez recordándole en torno a la palabra “reconciliación”. “Reconciliación que en el don Joaquín ya maduro significó mucho más que un programa. Significó una misión para él y la razón de ser del compromiso público que nos infundió. Se trataba de la reconciliación de España consigo misma, como cuestión previa para poder edificar el «proyecto sugestivo en común», que de una u otra manera todos anhelábamos”. Dimensión social y ética Julián Ariza Rico trabajador de la antigua Perkins Hispania, recuerda a Joaquín Ruíz-Giménez orgulloso por haber conocido su dimensión ética y social que ejemplifica en una anécdota que le dejó marcado para siempre. Ruiz-Giménez puso por delante a los trabajadores antes que su presidencia en el consejo de administración de la empresa “una de las cunas originarias de Comisiones Obreras. Le entregamos en un acto sencillo un conjunto de pliegos con las firmas de la práctica totalidad de la plantilla, por entonces cercana al millar de personas. Lo hicimos como reconocimiento al casi insólito hecho de que, siendo presidente del consejo de administración, testificara a nuestro favor ante Magistratura de Trabajo, como consecuencia de la decisión del director de la compañía de eliminar un derecho adquirido”. Inventor del diálogo, precursor del consenso Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, ministro de Educación en los años ochenta, resume muy bien unas ideas que están en la mente de muchos: “Políticos de la Transición de todas las tendencias, desde liberales a comunistas, de democristianos a socialistas, estamos en deuda con él por su ejemplo y su enseñanza”.(…) “Sólo dos rasgos quiero destacar en estos momentos de despedida: su condición de "inventor" del diálogo como método político y de precursor del consenso”. (…) “Y aunque su figura no haya sido reconocida siempre como se merecía, buena parte de los mejores consensos de la Constitución de 1978 alcanzados por centristas, socialistas y nacionalistas tienen su origen en él”. Discurso de la reconciliación El autor, miembro de la comisión que redactó la ley de víctimas de la Guerra Civil y el franquismo, vuelve al pueblo de su niñez, emocionado al asistir a un homenaje unánime, porque “somos todos los que debemos sellar la reconciliación, reconociendo que se cometieron brutalidades por ambos lados”. El objetivo de homenajes de este tipo debe ser “restaurar y fortalecer esa confianza entre los convecinos que una guerra civil rompe; la confianza entre ellos y la confianza de todos en las instituciones, que en una democracia son, precisamente, de todos”. El autor se enorgullece todavía más del pueblo de su infancia, Villalpando, que ahora asociará con la justicia, “porque el pueblo entero reconoce y denuncia los errores y las barbaridades del pasado, en lugar de empecinarse en silencios, odios y posiciones enquistadas”. Y que paren los tanques Juan Cruz realiza un entrañable homenaje al ex presidente Adolfo Suárez, a través de testimonios fiables que relatan escenas y episodios vividos por el homenajeado. Suárez, aquejado del mal de Alzheimer, ya no puede responder a la veracidad o falsedad de lo que se dice sobre su actuación política. Las anécdotas y los sucesos que van siendo contrastados por la historia se entrelazan y convierten su época en "un territorio en el que se mezclan la ilusión, la intriga y el navajeo, en gran parte en el seno de su propio partido, que al fin le hizo tirar la toalla”. Cómo está Suárez En el XXXII aniversario de las primeras elecciones democráticas, Juan Cruz retrata la cotidianidad actual de su principal protagonista, Adolfo Suarez. El impulsor y ganador de ese primer encuentro con la democracia “vive en la desmemoria, protegido por los suyos y ajeno a todo”. En este contexto familiar e íntimo, Suárez desconoce que proliferan los libros sobre su vida (Javier Cercas, Gregorio Morán, Carlos Abella); con todo, aún se puede seguir profundizando en su labor política, como pretende hacer el director de la Fundación Transición Española, Charles Powell, en la biografía que prepara sobre este hombre al que todos recuerdan y que, paradójicamente, no recuerda nada. La memoria histórica y la transición En este artículo, Ricardo García Cárcel hace un recorrido por la historiografía de la memoria histórica que se fue elaborando desde 1975; es decir, por esos libros que recogen la “memoria de los hijos de los ganadores y perdedores de la guerra civil” y que, además, incluyeron obras escritas con sensibilidad regionalistas. El balance que nos hace de autores y temáticas le lleva a una clara conclusión: “La transición no pactó el consenso de las dos Españas en el olvido, sino en el aprendizaje de la lección histórica: nunca más”. Marcelino Oreja Iñigo Méndez de Vigo hace un retrato escrito recorriendo la dilatada experiencia política de Marcelino Oreja; el artículo quiere ser el merecido homenaje a toda una vida dedicada al servicio público. Estos días se cumplen diez años desde que Marcelino Oreja dejara la política activa y, con ese motivo, se le va a rendir un homenaje en la Universidad San Pablo-CEU. Entre los cargos desempeñados por Marcelino Oreja, el autor presta especial atención a la etapa de la Transición ya que su carácter y talante, personifican perfectamente al actor de la Transición “al hombre de unión y de consenso, de diálogo y de comprensión”. Los pactos de La Moncloa José Luis Leal desea corregir las afirmaciones sobre los Pactos de La Moncloa que hizo Cristobal Montoro en un programa de televisión. Estos acuerdos permitieron mejorar decisivamente el funcionamiento de la economía en España. Las reformas en el impuesto progresivo sobre la renta y de la Seguridad Social, la modernización del sistema financiero, el programa presupuestario y financiero para bajar la enorme inflación, son ejemplos rotundos, pero hay más. Según el autor, de particular importancia fue la construcción de centenares de escuelas y la escolarización obligatoria para que todos los niños tuvieran acceso a la educación. Negar todos estos avances es desconocer nuestra historia reciente. Piedras en el camino Justino Novoa, quien fuera Subsecretario General de Gobierno durante el régimen de Augusto Pinochet en Chile, ha sido elegido presidente del Senado chileno el pasado 11 de marzo de 2009. Este hecho lleva a Jorge Edwards a felicitarse porque lo entiende como un síntoma de reconciliación esencial en cualquier transición a la democracia. Haber impedido a Novoa acceder a ese puesto hubiera sido como haber alejado a Fraga de toda actividad política por haber sido ministro en el régimen de Franco. Es serio aceptar estas conversiones y seguir “una política de asimilación y de integración, no una de exclusión y de menosprecio”. Edwards es muy claro: “Tener un sentimiento de superioridad moral porque formamos parte de tal bando y no de tal otro me parece un enfoque más bien simplista de la vida política”. ¿Segunda transición? No, segundo consenso El catedrático de Sociología Emilio Lamo de Espinosa, analiza la crisis actual en sus dimensiones política y económica. Frente a las ideas de “segunda transición” el autor considera que es más acertado hablar de un “(…) un segundo consenso, un nuevo entendimiento entre los dos únicos partidos responsables del proyecto secular que llamamos «España»”. Debemos aprovechar nuestros recursos políticos a favor de este consenso y no a favor de batalla nimias que sonrojan a todos. La cacería contra Suárez y el 23 de febrero Jorge Trías Sagnier, anuncia la importancia de los manuscritos de Eduardo Navarro Álvarez, colaborador de Adolfo Suárez. Se trata de las memorias de Navarro trabajando junto al primer presidente de la democracia española y se titulan “Mis testimonios sobre Adolfo Suárez”. En este pequeño artículo se desvelan algunos detalles que aparecen en esas páginas inéditas y que tienen que ver con el asalto al Congreso el 23 de febrero de 1981. Carta a los Reyes Magos El autor, destacado protagonista de la transición a la democracia en España quiere recordar la importancia de este logro que todos ganaron. Para ello, rescata a otros protagonistas de la etapa y los imagina, uno a uno, vertiendo opiniones en una reunión en la que todos concluirían “La amnistía de octubre de 1977 fue hija, e hija predilecta, de la Memoria Histórica”.
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